La historia económica argentina del Siglo XX y la que va del presente, es la crónica de una decadencia sin parangón a nivel mundial. El país, que durante la primera mitad del siglo XX se encontraba entre los países más rico del mundo, luego pasó a estar sometido por la aplicación sistemática del manual de política económica populista -mezcla de la irresponsabilidad fiscal keynesiana y los groseros desatinos monetarios de los estructuralistas locales- durante cerca de setenta años, hoy nos encuentra en la categoría de país de frontera y posicionados en un sendero decadente que, salvo que tomemos el toro por las astas, nos depara un futuro de país pobre. Esto es, así como al inicio del siglo pasado se nos veía como una potencia mundial con capacidad de disputarle el liderazgo mundial a los Estados Unidos, hoy lucimos como un país que tiene un destino asimilable al presente africano.Sin embargo, cargar toda la responsabilidad sobre la corporación política es una simplificación adolescente, ya que como señalara Ayn Rand: “La raíz de todos los desastres modernos son de índole filosófica y moral. La gente no abraza al colectivismo por haber sido cooptados por una mala teoría económica. La gente acepta a la mala teoría económica porque ha decido abrazarse al colectivismo”. Esto es, si la sociedad no cambia sus valores, estamos condenados a hundirnos en la más absurda de las miserias.